domingo, 20 de octubre de 2013

EL FICHAJE DEL AÑO


No me cabe la menor duda de que si ahora se hiciera una encuesta para preguntar a los españoles cuál ha sido el fichaje más espectacular del pasado 2003 muy pocos se referirían al de David Beckham por el Real Madrid, aunque en su día este fichaje millonario hiciera verter ríos de tinta, ni al de Ronaldinho por el Barça. En realidad, el gran fichaje del 2003, el que más ha dado que hablar y más dará que hablar todavía en este país, que como ustedes saben es una monarquía parlamentaria, no es el de un deportista, sino el de cierta periodista, plebeya y de clase media, que responde al nombre de Letizia Ortiz Rocasolano y acaba de ser fichada por la Casa Real española como novia del Príncipe de Asturias y, por lo tanto, futura reina.
         De un buen fichaje se espera que meta muchos goles y que, además, los meta enseguida, porque, de lo contrario, los seguidores del equipo podrían empezar a impacientarse. Y con Letizia (cada vez que escribo su nombre el programa de autocorrección de mi ordenador me cambia la z por una c, que es como habitualmente se escribe en castellano este nombre derivado de la palabra latina Laetitia, que quiere decir alegría desbordante) la Casa Real nos ha metido a los españoles unos cuantos goles de campeonato. Y ha conseguido lo que parecía imposible: subir el grado de popularidad del que goza la Familia Real incluso entre los círculos más ardientemente partidarios de instaurar una república.
         De hecho, la sensación que predomina tras el anuncio de la boda es que si se hubiera convocado un casting para encontrarle la novia perfecta al Príncipe, el resultado no habría sido mejor. Para empezar, Letizia Ortiz es periodista, con lo que, al elegirla como novia, el Príncipe de Asturias se mete –primer e importantísimo gol- a todos los medios de comunicación en el bolsillo. En segundo lugar, lejos de proceder de una de esas rancias familias más o menos aristocráticas que surten tradicionalmente de esposas a los herederos a la corona, ella es plebeya, procede de una familia de clase media, estudió en un colegio público y además está divorciada, con lo que el Príncipe  -y la Casa Real por extensión-, queda como un tipo de lo más moderno y progresista, acorde con el espíritu de los tiempos y dispuesto a renovar una institución en general tan poco renovada como es la monarquía. Recordemos también que Letizia Ortiz es hija de un periodista y una enfermera y que su abuelo materno es taxista (con lo que también el nutrido gremio de los taxistas y el de las enfermeras están encantados de la vida). Encima, la futura Princesa de Asturias nació casualmente en… ¡Asturias!, con lo que, además, su boda con Don Felipe es un golazo en portería asturiana, además de una cuestión de coherencia y casi de justicia poética. Amén de eso, hasta el día del anuncio del compromiso, la novia presentaba las noticias de la noche en uno de los canales de la televisión estatal. De ahí que dé tan bien ante las cámaras y, a pesar de la enorme presión, se la vea desenvuelta, sonriente y segura de sí misma. Al fin y al cabo, ¿quién iba a tener más tablas frente a las cámaras que una presentadora de televisión?    
         Lo dicho: ni harto de vino puede un príncipe azul, verde o rosa elegir mejor: la futura Princesa de Asturias es una mujer moderna, trabajadora, inteligente y culta a quien le encanta la literatura, sobre todo los autores que escriben en castellano. Su pasión por la literatura y su condición de periodista explican sin duda alguna que su regalo de compromiso a Don Felipe haya sido una primera edición de un libro de Mariano José de Larra, el célebre escritor y periodista español.
         Así las cosas, ¿cómo no iba a subir la popularidad de la Casa Real? La monarquía parlamentaria no es el tipo de sistema político más afín con los tiempos y la Casa Real española lo sabe perfectamente. De ahí que la aceptación de una amplia mayoría de los españoles sea tan importante para la subsistencia de la institución monárquica. De ahí también, probablemente, que el Príncipe no se casara con Eva Sannum, la modelo noruega con quien salió tiempo atrás y que suscitó un rechazo casi unánime entre la opinión pública. De ahí también la magistral jugada con que ahora se meten a muchísima gente en el bolsillo y acallan incluso las posibles críticas de los más recalcitrantes. En fin, señores, que hay monarquía para rato.

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