A veces los sueños más locos y quiméricos de la humanidad dejan de ser
insensatas fantasías para hacerse realidad. En tales momentos, incluso al ser
humano más frío, escéptico y poco impresionable le cuesta dominar la emoción
salvaje que se apodera de él y la sensación de que a veces la realidad produce
mejores cuentos fantásticos que la literatura.
Así me sentía yo hace
unos días, con mi tendencia al escepticismo irónico temporalmente neutralizada,
cuando me enteré de que un grupo de científicos que, contra todo pronóstico no
eran estadounidenses, ni japoneses, ni rusos ni alemanes, sino españoles, han
inventado un piloto automático que en breve permitirá que los coches circulen
solos. Ya sé que cuesta creerlo, pero así es. En el futuro, quienes equipen su
coche con el piloto automático podrán dejar en sus manos el control del
vehículo para echar una cabezadita cuando el sueño apriete o para dar el
biberón al bebé o porque sencillamente están hartos ya de conducir. ¿Qué hay un
embotellamiento en la autopista y uno se está poniendo histérico de tanto
arrancar para frenar un metro y medio después? Pues basta con activar el piloto
automático y ya puede uno ponerse a leer o a escribir el primer tomo de sus
memorias, confortablemente tumbado a la bartola en el asiento de atrás, pues el
piloto automático detecta la presencia de los otros vehículos y frena o se pone
en marcha sin necesidad de intervención humana.
Por si librarnos del incordio de conducir en los
odiados embotellamientos fuera poco, este invento, que no vacilaré en calificar
de auténticamente genial y de importantísimo paso adelante del género humano,
puede acabar también con el fastidio de no poder bebernos unas copitas cuando
vamos de fiesta y tenemos que regresar en auto. Puesto que con el piloto
automático el coche será capaz de hacer él solito toda clase de maniobras,
incluso de adelantamiento, nos bastará con programar la ruta deseada para
volver a casa sanos y salvos aunque nos hayamos acabado todas las existencias
alcohólicas de la fiesta. Encima, el coche no cometerá infracciones, pues está
programado para respetar todas las señales, límites de velocidad incluidos, y
no cometer jamás adelantamientos indebidos, lo que lo convierte en un medio de
transporte absolutamente seguro. Y, para más INRI, tampoco se equivocará de
camino como me sucede a mí continuamente, que acabo siempre en los lugares más
inesperados e inconvenientes.
Lo que la noticia no especificaba es cómo diablos se
las ingeniará el coche autopilotado para despertarnos cuando lleguemos a casa
beatíficamente dormidos y roncando como benditos, o cuando sea necesario
pararse a poner gasolina. ¿Acaso incluirá un dispositivo que nos despierte
poniendo nuestra música favorita o hará vibrar los asientos para zarandearnos
amorosamente, cual si de una amantísima madre se tratara?
Confieso que mientras contemplaba el prototipo avanzar
con admirable autosuficiencia por una carretera, pararse en un Stop y girar a
la izquierda, no pude por menos de sospechar si la humanidad, después de todo,
no será un colectivo con más aciertos que fracasos y si no habría que borrar la
palabra “imposible” de nuestros diccionarios.
Quizá algún lector recalcitrante esté pensando que lo
más probable es que el invento sea carísimo y
que, como tantas veces sucede, sólo unos pocos puedan costeárselo. Pero
no: el piloto automático costará sólo unos 3.000 euros. Puede que, aún así, el
invento siga sonándoles a ciencia ficción y opinen ustedes que no se impondrá.
Permítanme entonces recordarles que, quince años atrás, si alguien les hubiera
dicho que hoy en día hablarían por teléfonos móviles y dependerían tanto de un
ordenador que, cuando se estropea, ya no saben ni escribir a mano, lo más
probable es que ustedes no hubieran prestado el menor crédito a tales
profecías.
Así que ya saben: quizá dentro de veinte años, cuando
el piloto automático se les estropee, de tan acostumbrados como estarán a él,
¿quién sabe si no preferirán ustedes dejar el coche en casa y coger el metro o
el autobús?
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